En el registro
fósil se han encontrado helechos con semillas. A los niños se les explica que
una semilla no es más que una planta bebé protegida en una cuna que contiene
comida. No es una mala definición.
Estos helechos
primitivos, al igual que Selaginella, eran heterospóricos y producían
gametofitos diminutos. El gametofito femenino, debido a su reducido tamaño, permanecía
resguardado en el esporofito. Tras la fecundación, el gametofito se
transformaba en tejido nutritivo, y algunas células del esporofito se
convertían en una cubierta que protegía el embrión. Aparece así la semilla y
con ella el grupo de los espermatofitos, del que forman parte las gimnospermas.
Estas estructuras mantienen el embrión en un
estado de latencia hasta que las condiciones ambientales se vuelven propicias
para que la pequeña planta salga adelante. Los helechos, pese a depender del
agua para su reproducción, dominaron el mundo durante el Carbonífero, hace
aproximadamente 300 millones de años.
En aquel momento,
los continentes, a consecuencia del movimiento de las placas tectónicas,
estaban agrupados en un gran supercontinente. En las regiones situadas en
latitudes bajas y medias con ambientes húmedos y temperaturas cálidas, las
pteridofitos se convirtieron en los grandes dominadores del paisaje. Sin
embargo, el laboratorio de la vida siguió inventando otras maneras de vivir.
Tras el
Carbonífero, el panorama cambió radicalmente. La fuerte actividad volcánica que
experimentó nuestro planeta elevó los niveles de CO2 atmosférico, y condujo a
un aumento espectacular de las temperaturas. Estas condiciones tan extremas
supusieron el declive de las pteridofitos, pero ofrecieron a las primeras
plantas con semillas una oportunidad única para expandirse: las gimnospermas
conquistan la Tierra.
dos tipos de
esporangios, reunidos en conos masculinos y femeninos.
Los conos femeninos son las típicas piñas; los
conos masculinos son, sin embargo, más pequeños y delicados, y se sitúan en los
extremos de las ramas.
El ciclo biológico
comienza cuando el esporofito produce las meiosporas. En los conos masculinos,
las células madre de las esporas dan lugar, por meiosis, a las microsporas.
Cada microspora se va a
dividir por
mitosis convirtiéndose en un grano de polen. El minúsculo grano de polen es el gametofito
masculino, inmaduro aún, porque no produce gametos.
Los conos
femeninos están formados por multitud de escamas leñosas. Cada una de ellas
porta dos macrosporangios llamados primordios seminales, que presentan en uno
de sus extremos una abertura: el micropilo. Por meiosis, cada célula madre del
esporangio produce cuatro megasporas. Tres de ellas degeneran, y la cuarta,
tras varias divisiones mitóticas, forma el gametofito femenino, llamado saco
embrional.
Una vez en
contacto con el primordio seminal, el grano de polen madura y, por evaginación,
forma el tubo polínico, una estructura que penetra lentamente en los tejidos
del primordio hasta traspasar el micropilo. Por este pequeño tubo, baja un
gameto masculino para encontrarse con la oosfera.
Un grupo de
células del gametofito femenino va a formar el endospermo (tejido nutritivo), mientras
que las células más cercanas al micropilo se van a transformar en los
arquegonios, cada uno de los cuales contiene una sola oosfera. Una vez formados
los gametos tiene lugar la fecundación.
Hace 150 millones
de años ocurrió algo que cambió por completo el panorama vegetal. Los insectos
son animales muy oportunistas, y se adaptan a cualquier fuente de alimento
disponible. En aquel tiempo, algunos escarabajos empezaron a alimentarse del
polen de los conos masculinos. Como estos mismos escarabajos también se
alimentaban de los jugos azucarados de las piñas, acabaron por convertirse en
los mejores aliados del proceso reproductor, al depositar sobre los primordios
seminales, los granos de polen que habían quedado adheridos a sus cuerpos.
Uno de los grandes
logros de las gimnospermas fue la polinización. Sin embargo, confiar en el viento
como agente polinizador es muy costoso. Como la mayor parte de los granos de
polen se pierde por el camino, las plantas tienen que producir grandes
cantidades para asegurarse el éxito de la reproducción. La polinización
realizada por insectos resulta mucho más eficaz: los granos de polen son transportados
con éxito desde una flor a otra. Para atraer a estos polinizadores, la
evolución favoreció el desarrollo de flores cada vez más vistosas y que
fabricaban grandes cantidades de néctar. El camino hacia la aparición de las
angiospermas había comenzado. (grajales, 2010)
0 comentarios:
Publicar un comentario